jueves, 2 de mayo de 2013

Carta Anonima


Carta Anónima.

Querido amigo, quiero comenzar diciendo que tus palabras en tu carta anterior me sirvieron para pensar, reflexionar y dirigir mi atención a cosas más positivas. Te agradezco desde lo más interno de mi ser por eso. Y quiero que sepas que mientras escribo esta carta derramo unas lágrimas, pues parece que el dolor me ha rebasado.

Veras, aun no he logrado encontrar la forma de seguir adelante. Mi corazón sigue herido. ¿Cómo dejar ir a una persona tan amada en mi vida? ¿Cómo pretender comenzar cada día con emoción y alegría como dices, sin mirar sus ojos al despertar? Desprenderte del amor, del cariño y de los recuerdos que deja en mi alma, es imposible para mí. Me comentaste en tu carta pasada que justo ahora estas pasando por un momento singular. ¿Cómo vas con eso? ¿Estás bien? ¿Te rompió el corazón? Imagino que si… El duelo por perder a un ser amado siempre destroza el corazón, aunque sé que nuestro duelo es diferente…

El otro día, mientras caminaba por la calle, inicie el ejercicio mental que me recomendaste ¿Recuerdas?... Aquel en el que intentas comprender… Repentinamente, paso por delante de mí una pareja besándose y tomados de la mano, y lo recordé; se parecían mucho a nosotros. Desde su partida, no había podido encontrar el coraje o el valor para recorrer ese parque, al que sin darme cuenta llegue.

Me parece increíble que haya llegado hasta ahí. Pareciera como si cada célula de mi cuerpo me gritara que estuviera yo ahí. Mientras caminaba, solo podía pensar en las palabras que me escribiste y en los libros y ejercicios que me recomendaste, y de repente ¡estaba ahí! Como si algo me llamara, como si me atrajera justo en frente de ese reloj de flores. Quiero que sepas que ese reloj fue fiel testigo de nuestro primer beso. ¡Como lo extraño!...

En un momento inconsciente, me encontré furiosa; colérica por su partida. Comencé a maldecirlo, a insultarlo y a llorar de rabia. Incluso golpe con mi pie el barandal que rodea ese reloj y el ruido me hizo volver a mí. Muchas personas que pasaban se habían detenido a ver el espectáculo. ¡Imagínate! Una loca vociferando cosas y pateando una rejilla. Entonces, me acorde de ti. Recordé tus palabras y tu sonrisa amable y la forma en cómo mencionaste aquella pequeña frase. Cerrar los ojos, para ver con el corazón. Y cerré mis ojos. Y lo volví a ver…

Vi como camina hacia mí con esa rosa y su sonrisa encantadora. Vi como acercaba su rostro hacia el mío, y sus labios rozando mis labios, y mi corazón comenzó a latir más y más rápido, como si nuevamente estuviera pasando. Y de repente todo se lleno de una inmensa calma. Y me dijo con su voz grave y serena “Aquí sigo”. ¡Amigo, yo lo escuche! ¡Estoy segura de lo que escuche!... ¿Qué paso? Acaso ¿Estoy perdiendo la razón por culpa del dolor? No lo sé. Y a decir verdad, ahora no quiero saber. ¡Sé lo que vi! ¡Y lo vi a él!... Amigo, volví a sonreír…

Comencé a escribir en una libreta todas las noches lo que cada día, a partir de ese día, iba aprendiendo; como tú me recomendaste. Y todas las noches, entre todas las palabras que escribía con frenesí, siempre aparecía una palabra que repetía dos o tres veces sin darme cuenta: Perdón.

¿Perdón? ¿Por qué? ¿Tenía algo que perdonarle a el? O acaso ¿El tenia que perdonarme algo a mi?...
Y entonces, leí un estado en tu Facebook que me golpeo tan fuertemente que tuve que tomar un momento para recuperarme: Al perdonar nos liberamos del pasado… El perdón no era para él, era para mí. Había sido muy estricta y muy cruel conmigo misma. Me volví perfeccionista, al punto en que me castigaba con duras palabras cuando no podía hacer algo bien. Y lo recordaba a él. Y cuando lo recordaba me volvía mas dura conmigo misma, más cruel, mas sádica. “No pienses en el” me decía; “No seas estúpida, continua tu vida”… y siempre terminaba llorando de rabia, de tristeza y de impotencia.

Perdonar nos libera del pasado… Querido amigo, espero que entiendas la importancia de tus palabras. Espero que comprendas lo grandioso de tus palabras. Creo que encontré la forma. Ahora he vuelto a sonreír. Quiero que sepas, que visito constantemente ese parque, ya no le temo más. Puedo leer sus cartas e imagino cómo fue que las escribió, si sonreía o había algún gesto serio en su rostro. Casi puedo percibir su olor. Entendí en tus palabras, que no se trata de perdonar a la otra persona, sino de perdonarme yo; Amarme yo; Mirarme como lo que soy, dicho en tus propias palabras, puro amor.

Cerré los ojos, abrí mi corazón y me perdone. Todo ha cambiado ¿Sabes? Creo que estoy a punto de volverme a enamorar. Eso me llena de emoción, pero también me da un poco de miedo. ¿Y si lo vuelvo a perder? O ¿Y si no funciona? Y en mi cabeza comienzan a aparecer miles de preguntas hasta que en un momento me desespero y grito: ¡Cállate! Y todo vuelve a su calma original. 

No ha sido fácil, se que lo sabes. Perder o dejar ir a alguien amado siempre duele, y a veces ese dolor pareciera quebrar todas nuestras ganas, todo nuestro ánimo. Pero estoy aprendiendo a abrir mi corazón y confiar. Puede ser que esto le sirva a alguien, prefiero que publiques esta carta en lugar de la carta pasada. Leerla me ha servido para entender y recordar. No quiero olvidar. Pero llego el tiempo de soltar y continuar.

Te quiero. He comenzado un proceso intenso y divertido, y fue gracias a tu apoyo. Con respecto a tu situación, se que encontraras la manera. Y como tú siempre me dices, aquí estoy para servirte en lo que yo pueda, aunque seas tú quien me ayuda a mí.

No olvides que esperamos esa sesión de meditación en casa. Y por favor, no olvides seguir sonriendo; cuando lo haces iluminas los rostros a tu alrededor. 

Gracias por seguir en mi camino, no olvides continuar en el tuyo.

PD. Cierra los ojos, y mira con el corazón. Y perdona.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escalera cielo

Escalera cielo
Jamás se venzan, jamás se rindan